Crítica literaria: La Luna de Apolo Redux

Entre todos los autores locales o nacionales no he encontrado una mejor descripción de las calles de Cochabamba, de su gente actual y los atractivos que existen y que muchas veces menospreciamos. La lectura de “La Luna de Apolo” nos permite sumergirnos en las usanzas, ritos y costumbres de un privilegiado sector demográfico de la sociedad valluna; y se trata de la misma juventud, divino tesoro.


La hábil narración en primera persona nos sumerge en la vida y obra del protagonista, de tal forma, que somos partícipes directos, compartimos el mismo interés, y por supuesto llegamos a sentir lo mismo. Con cada vuelta de página descubrimos que nos convertimos en el eco de los pensamientos de Pol, una variedad de antihéroe jungiano, permitiéndonos espiarle como si el voyerismo fuera lo nuestro. Pero la historia trasciende a más que eso, somos testigos de una intimidad tormentosa y delicada, que define a la juventud en la novel búsqueda del amor.

Podemos definir a la juventud como sinónimo de pujanza y vigor, algo que con el paso del tiempo se nos puede ver reducido, pero también es inexperiencia a fin de cuentas. Cuando somos jóvenes aprendemos de la manera dura las lecciones que la vida nos empieza a dar. Para la juventud, acaso atormentada, existe profundidad en la oscuridad. Esta novela también nos sumerge en la oscuridad que complementa la angustia y desesperación que todos alguna vez experimentamos, y de la que tenemos que emerger triunfantes. De eso se trata madurar.

Los hábiles cambios de puntos de vista literarios a través de la historia expanden el universo de sensaciones, reflejan la misma vivencia en la óptica de los diferentes personajes, y explican el porqué de unos acontecimientos pre-ordenados, los que se tienen que sufrir en carne propia para encontrar una redención final. Asimismo la autora hace una difícil apuesta con experiencias fuera de la vida que no todo el mundo tiene o conoce, o que no desean ni pensar en ello.

Y por supuesto, Anita Triveño Gutiérrez da una entrega total, delibera a buen ritmo y concluye la epopeya como debe ser. “La Luna de Apolo” nos muestra que hay una luz después de la oscuridad, nos enseña a valorar a la verdadera amistad, y a salir triunfantes de las primeras pruebas de la vida.

Dennis Morales Iriarte


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