Recuerdos del corazón perdido

Nombre clave durante su escritura: Pactos de la falsa justicia.

Escrita el 2014 y publicada en Cochabamba el 2015 con Talleres Gráficos Kipus.
Consta de 208 páginas.
Es parte de la trilogía El Devorador de Almas.

Trata de Geppe, un espíritu atado a un adolescente que ansía volver al mundo sobrenatural con un cuerpo propio. Nadie puedo verlo o sentirlo, hasta que un día, aparece alguien que sí, otra criatura sobrenatural que permanece escondido en las sombras, Gabriel. Juntos, deberán ayudarse mutuamente sin ser descubiertos al mismo tiempo que la ciudad es atacada por un misterioso ser conocido como el devorador de almas.

Géneros: Sobrenatural, romance, suspenso, fantasía.

Es de fácil lectura, ideal tanto para jóvenes como para adultos.

Contratapa y extracto:

Mi memoria se cae en pedazos.
He vivido tanto tiempo que ya no recuerdo cómo era mi vida antes del gran cambio. Mi tiempo detenido me hace eterno. Para los de mi clase, el tiempo simplemente deja de fluir llegado el momento. Ese momento en el que ya no solo formas parte de este mundo, sino también del otro. Ah, el mundo de los espíritus, de esas energías misteriosas que nos permiten obtener poder…
Es tan triste que recuerde más la lógica de ese otro mundo que de éste. A decir verdad, en este momento me resulta más real. Cada vez pierdo más vínculos con este mundo, cada vez olvido más cómo funcionaban mis propios sentidos.
Hace mucho que no he sido capaz de tocar algo.
El tacto, ¡oh, Jeerah! Cómo extraño sentir, palpar, acariciar… Ya no recuerdo cuál era la diferencia entre frío y caliente, entre terso y áspero o entre algo blando y algo duro. Ni siquiera recuerdo la sensación del dolor… ¡El dolor! Ahora solo me queda la angustia, el sufrimiento interno, una melancolía de la que no soy capaz de desprenderme.
En cierto modo, he sido condenado.
He sido condenado.
He sido condenado.
¿Y por quién? ¿Quién me hizo lo que soy? ¿Quién me provocó todo este padecimiento? No, no quiero pensar en eso. Solo consigo irritarme al hacerlo, pues él ya no está más con los vivos, y adonde se ha ido yo no podría seguirle jamás.
Me desvanezco. No tengo cuerpo y así me desvanezco en el aire, en el agua, en la tierra, en el fuego. Me desvanezco lenta e irremediablemente, a sabiendas que algún día me perderé por completo, pero que ese día está todavía distante de mi presente. Eso es lo que más me mortifica, la espera. La eterna espera por la muerte. Desesperante y vacía. ¡Estoy aquí sin estarlo en realidad!
Basta. Basta. Basta.
Si continúo así terminaré perdiéndome a mí mismo mucho antes que llegar a desaparecer por completo. Es un proceso peligroso, debo tener cuidado de no perder la razón. Después de todo, yo mismo soy un ser oscuro. Mi luz se ha extinguido hace mucho tiempo, solo me quedan las tinieblas.